Ciertos días quisiera gritar “basta, ya no juego”. No es un paraíso perdido esta patria: la infancia donde jugábamos a matar y morir al salir de la escuela. Y sin embargo, de adultos todavía tenemos la garganta y los labios resecos de tantas risas por aquella guerra. Tras la hora de la comida, recuerdo extender laSigue leyendo «Declaro la guerra en contra de mi peor enemigo»
Archivo del autor: Joaquín De La Torre
Masiosare
en defensa de esa sonrisa mediocre No hay nada que disfrute más que perder el tiempo. Excepto cuando me hacen perder el tiempo. Recuerdo, por ejemplo, una tarde placentera en la que mis compañeros de oficina y yo jugábamos a encestar bolas de papel mientras hacíamos la digestión. Por mi parte, había alcanzado una rachaSigue leyendo «Masiosare»
El Zurdo Bonsái
Me gusta llegar temprano al gimnasio para limpiar. En general los conserjes se ocupan del aseo al acabar la jornada, pero hay varias razones por las que prefiero la madrugada. Para empezar, el agua fría me ayuda a controlar el dolor de artritis. Un cliente que es médico me dijo que eso es peor paraSigue leyendo «El Zurdo Bonsái»
Tristeza de segunda mano
¿Qué tan triste estoy en realidad? Sólo uno de mis ojos llora. Lydia Davis No sé bien por qué, pero desde hace tiempo me es imposible llorar. Me cuesta trabajo tenderme sobre la cama y abrirles las compuertas a las lágrimas. Ya he intentado toda clase de remedio, desde golpearme el dedo pequeño del pieSigue leyendo «Tristeza de segunda mano»
Algo distinto
Aquella mañana desperté sin saber qué esperar de este mundo nuevo. Pero la vida siempre halla cómo volver a su cauce y, día a día, se reinstauró la normalidad, aunque un tanto distinta. Sucedió antes, cuando apareció el cinematógrafo, el beeper y el Internet, y esta vez la gente no tardó en adaptarse a esa manera deSigue leyendo «Algo distinto»
VI
—¿Hace cuánto nos habrán dejado? —preguntó José Luis, acaso el más sereno de nosotros. —Supongo que desde que entramos al banco de niebla. —¿Creen que regresen por nosotros? —preguntó un extranjero de entre la multitud. José Luis volteó a verme. Negué disimuladamente con la cabeza. Miró al resto de los Oficiales en busca de unaSigue leyendo «VI»
V
Éramos decenas, amontonados contra nuestra voluntad como marranos en un rastro. Aun así llegamos a creer vagamente en las palabras del Capitán. Durante un tiempo, los botes escoltaron a la Santa, aunque sus tripulantes evitaban voltear hacia la embarcación mientras remaban. Horas más tarde atravesamos un banco de niebla y poco después dejamos de avanzar.Sigue leyendo «V»
IV
—¿Señor, qué hacemos? —pregunté—. Los botes se hundirán con tantas personas a bordo. —Samuel tiene razón, esto no va a funcionar —secundó el Mariscal Andrés. Fue entonces que el Capitán decidió improvisar un plan. —¿Cuántos faltan? —preguntó. —Cerca de ciento cuarenta —respondió Ernesto, nuestro Merino. —Ustedes, corten las cuerdas de los mástiles y amárrenlas aSigue leyendo «IV»
cuestión de tiempo
dios no me sirve/ nadie me sirve para nada/pero respiro/ y como/ y hasta duermogonzalo rojas que el llanto me ciegue pero no me calle / he visto a la gente llorar muertos se diría que las lágrimas son como la sangre que dios en su pereza las creo tranquilas y secretas mas la sangreSigue leyendo «cuestión de tiempo»
la noche no se asusta
el alba que esperabas no es para hoyjosé emilio pacheco después de morir sobre un febril monumento de huesos / despierto con una resaca de insomnio en la boca / el alba golpea más violenta que nunca contra las persianas precipitándose sobre mi rostro que intenta hacerse de un sueño que no le pertenece conSigue leyendo «la noche no se asusta»