Aunque la rosa, como el relámpago, se deshoje en un destello, incluso al ser de piedra, algo perdura de su frágil polvo. Si su fino aroma a ceniza recuerda el brillo en la maraña de la nostalgia, por decir que no ocupa lugar en el espacio, ¿cuántos jardines nos hemos negado en los inagotables desiertos?